11 agosto 2016

La fuga de los Scofield


Cuando una serie ya con unos años a sus espaldas entra en el catálogo de Netflix, lo más habitual es que experimente un nueva popularidad. Bastantes espectadores que no la vieron en su momento le dan una oportunidad y, si les engancha lo suficiente, pueden acabar comentándola en redes sociales. Ése es el truco para que "Friends", por ejemplo, siga siendo de las series más populares aunque terminara hace más de una década. Si, además, a eso se añade que la serie en cuestión está a punto de vivir un revival, es inevitable que un nuevo público se acerque a ella. Le está pasando a "Las chicas Gilmore" y le está pasando a "Prison Break", que regresará a FOX en midseason con una nueva historia.

El caso de esta serie es bastante curioso. Se estrenó a finales del verano de 2005, en la temporada siguiente al inesperado fenómeno que fue "Perdidos", y presentaba una historia, en un principio, bastante más sencilla que la del título de ABC. Michael Scofield entra en prisión para salvar a su hermano Lincoln, encerrado por un asesinato que no ha cometido, y su plan es fugarse de la penitenciaría de Fox River con él. Para ello, se ha tatuado todas las fases de preparación de esa fuga por todo el cuerpo, pero las cosas no van a salir del todo como él pensaba. Además, tendrá que hacer frente a una conspiración que no quiere que Lincoln salga libre y hable más de la cuenta. Con estos mimbres, el cesto de la primera temporada de "Prison Break" fue un bombazo.

En cada episodio, Michael tenía que recoger algo que era muy importante para su plan, pero no siempre tenía en cuenta que en la cárcel había otros presos, con sus propias agendas, y que fuera había un agente del FBI investigando por su cuenta, y que el ecosistema de la prisión funcionaba por unas reglas que pocas veces casaban con la estratagema ideada por él. Aquella primera temporada fue, en su momento, muy adictiva y trepidante; en todos los episodios había algo que le salía mal a Michael y que tenía que solucionar tirando de una inventiva, que ya querría para sí MacGyver, y era bastante fácil que te dejara con ganas de ver más episodios. Tenía un malo memorable como T-Bag y la acción, y la curiosidad por ver cómo iba a conseguir Scofield fugarse, permitía que se le pasara por alto que tenía algunos personajes insufribles y ciertos giros de guión que tenían poco sentido.

Pero es difícil que una serie que hace más de 20 capítulos por temporada pueda sostener ese ritmo. A "Prison Break" ya se le empezaron a ver las costuras al final de la primera entrega, y la deriva se hizo más pronunciada en la segunda. La historia empezó a dar vueltas sobre sí misma, cayó en la trampa de las conspiraciones elaboradísimas y misteriosísimas para intentar sostener la intriga (con muertes y resurrecciones improbables incluidas) y acabó en una cuarta temporada que le interesó a bastante menos gente. Pero es verdad que, con la inclusión en Netflix, de repente una nueva generación de espectadores ha descubierto las vueltas y revueltas de Scofield dentro y fuera de la cárcel, y es probable que, vista del tirón, mejore la percepción sobre ella. Es un caso muy curioso de ese "efecto Netflix" que se ha comentado en otras ocasiones, el hecho de que, para algunos públicos, sólo existe y es relevante lo que está en su catálogo.

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