25 mayo 2016

Con la Historia no se juega


ALERTA SPOILERS: "El Ministerio del Tiempo" ha cerrado su segunda temporada, así que, si no sabéis qué pinta Felipe II en todo esto, no sigáis leyendo.

Para una serie tan dada a jugar con paradojas temporales como "El Ministerio del Tiempo", ya era extraño que no se animara a plantear su propia distopía. En este caso, no le hacen falta Observadores para presentar un mundo totalitario y opresor como el de la quinta temporada de "Fringe"; sólo hace falta alguien con poder para acceder a las puertas y para suprimir toda resistencia a su paso, y con los suficientes delirios de grandeza para acometer sucesivos cambios en la Historia que le permitan perpetuarse en el poder. Eso es lo que hace ese Felipe II en el final de su vida, asediado por los recuerdos de los errores que ha cometido y al que le llega en el peor momento la noticia de que su Armada Invencible, su orgullo nacional, ha sido derrotada por los ingleses más por la ineptitud de sus jefes que por la propia pericia del enemigo.

Dale a un hombre así, con la Inquisición a sus órdenes, la capacidad de viajar al pasado y cambiar la historia, y tienes la receta no sólo para el desastre, sino para un estupendo episodio final de la segunda temporada de "El Ministerio del Tiempo". La dictadura de Felipe II en el siglo XXI enseña las consecuencias indeseadas extremas de que un poder así esté en manos de alguien que sólo se mueve por sus propios intereses y justifica de algún modo lo que Salvador le decía a Julián cuando éste entra nuevo en el Ministerio: la Historia de España no es la mejor, pero es la única que tenemos, y Dios sabe qué interferencias se pueden crear alterando las partes que no nos gustan. Es la versión de la serie del "Virgencita, que me quede como estoy".

Lo más interesante de este "Cambio de tiempo" es lo mismo que ha dado su cohesión a estos trece episodios: el viaje vital de sus personajes. Los corazones de Alonso, Julián y Amelia (y especialmente el de ella) sostienen la serie con sus vaivenes, su evolución, sus intentos de adaptarse a nuevas situaciones y de superar viejos traumas. Son, como ocurre hasta en las series más autoconclusivas, el hilo conductor de todos los episodios, su elemento serializado. La principal tensión en el capítulo era ver si Alonso y Julián se daban cuenta de que, aunque esa distopía les diera lo que ellos más anhelaban (sendos futuros con Elena y Maite), no era más que una farsa, un pálido reflejo de lo que sus corazones realmente buscaban. La postura egoísta que adoptan ante las explicaciones de Amelia de que aquello está mal es un autoengaño. Los dos son conscientes de que nada encaja, de que Amelia tiene razón, ¿pero cómo renunciar a sus sueños, por muy corrompidos que estén?

Este último episodio vuelve también al tema que se veía en el primero de que lo más importante en el Ministerio no es la institución, o la labor de proteger la Historia, sino apoyar a los compañeros. No se abandona a ninguno en medio de una misión, y menos si está en peligro. Sobre todo, se nota que, cuando los tres protagonistas vuelven a ese presente alterado, lo que más les duele es la situación de Irene, que aquí se ha convertido en la mujer sometida y reprimida que podría haber acabado siendo si el Ministerio no hubiera entrado en su vida, la que se planteó muy seriamente tirarse por una azotea. La visión de esa Irenenate ya es un pinchacito en la ilusión que se empeñan en mantener Alonso y Julián, y un impulso a la determinación de Amelia de enfrentarse a Felipe II y obligarle a deshacer todo lo que ha cambiado.

"El Ministerio del Tiempo" cierra así una temporada que ha potenciado su capacidad de diversión y de probar diferentes aventuras en cada episodio. Ha habido algunos que han funcionado mejor (como el del Cid o el de Houdini, por ejemplo) y otros peor (como el de la cuarentena), pero en lo que la serie siempre ha mostrado un buen nivel es en el manejo de sus personajes. Es interesante comprobar cómo Amelia se ha ido adueñando del centro del show con sus dudas emocionales y su compromiso en las misiones, y también ha sido un acierto dar más relevancia a Salvador y a Angustias. Aún no sabemos si TVE le concederá una tercera temporada pero, hasta entonces, tenemos 21 capítulos que proporcionan un entretenimiento muy recomendable.

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